ROMANCE DE LA MUERTE DEL GENERAL SAN MARTÍN
de Domingo Zerpa
-Madre, quiero que me digas,
Que me vuelvas a decir,
por qué a las tres de la tarde,
a las tres de un día gris,
la rosa no fue más rosa,
ni el jazmín fue más jazmín.
-Niño, a las tres de la tarde,
¿cómo te podré decir?
la rosa no fue más rosa
ni el jazmín fue más jazmín,
porque a las tres de la tarde,
a las tres, lejos de aquí,
lejos del clavel del aire,
y el aire de su país,
vino y se llevó la muerte
al General San Martín.
-Madre, a las tres de la tarde,
todos lo vimos partir;
iba en un caballo blanco,
por un camino de añil.
¡Qué fulgor el de sus ojos,
el de su voz, qué clarín!
Brillaba tanto su sable
que el sol no quiso salir.
-Si tanto brillaba, niño,
la espada de San Martín,
no brillaba por ser de oro,
que el oro no brilla así.
Si tan alto relucía,
¡Oíd, mortales, oíd!
fue porque se hizo de día
la noche de Guayaquil.
-Por los caminos celestes,
cruza, madre, el adalid.
Cada astro es un granadero,
cada nube es un jazmín,
allá Gregorio Las Heras,
Soler y O’Higgins aquí.
Todos llevan en el pecho
la estrella de Guayaquil.
¡Oh, Capitán de los Andes,
Quién te pudiera seguir!
cierro los ojos y rezo
¡Padre Nuestro, San Martín!