José de San Martín gambeteó varias veces a la muerte.

José de San Martín gambeteó varias veces a la muerte.
En 1800, como teniente del ejército español, yendo de Valladolid a Salamanca, le clavaron una daga en el pecho y le robaron una valija con los sueldos de sus soldados. Los ladrones escaparon creyéndolo muerto y un general español lo reconoció y lo rescató. En 1808, en Cádiz, algunos españoles descontentos con el desempeño del ejército frente a las tropas de Napoleón decidieron levantarse contra uno de los superiores de San Martín, al cual acuchillaron y después ahorcaron. El futuro Libertador podía ligarla pero escapó de la ciudad con la ayuda de unos monjes. Ese mismo año, en la batalla de Arjonilla también contra las tropas de Napoleón, José cayó del caballo y a segundos de ser ejecutado, un soldado llamado Juan de Dios llegó a cubrirlo. En 1813, ya en América, se enfrentó a los realistas en el combate de San Lorenzo, contienda en la que también cayó de su caballo y Juan Bautista Cabral fue ultimado al socorrerlo. En su exilio europeo, la muerte siguió buscándolo. En 1826, en un viaje que realizaba por Inglaterra, su carruaje volcó y quedó atrapado debajo de éste. Lo rescataron con algunos golpes, cortes y una considerable lesión en el brazo izquierdo. José se recuperó y siguió tirando. En 1832, resultó afectado por una gran epidemia de cólera que se extendió por toda Europa dejando cientos de miles de muertos pero él siguió vivito y coleando. En 1846 decidió recorrer Italia y después de una noche de convulsiones que afectaron severamente sus signos vitales parecía que se iba. Pero no.
El mes de agosto de 1850, con 72 años a cuestas, lo agarró desmejorado, casi ciego y con dificultad para moverse. Tenía opio, láudano y sus cajitas de rapé que siempre lo calmaban, pero ya nada parecía suficiente. #UnDiaComoHoy, 17 de agosto de 1850, después de levantarse y hacerse leer los diarios, tuvo una descompensación. Murió exactamente a esta hora: las tres de la tarde.
En ese momento su vida y su obra pasaron a ser recordadas para siempre y San Martín pasó a estar más vivo que nunca. La muerte finalmente entendió, quizás, que no podría matar a alguien destinado a vivir para siempre en la memoria de los pueblos.
Fuente: https://www.facebook.com/dehistoriasomos

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