EL SALMO 133 EN LA MASONERÍA

Desde su origen, en la antigüedad, la masonería ha estado ligada a la divinidad, a Dios, Yaveth, Jehová, El Gran Arquitecto del Mundo, «El Gran Arquitecto del Universo» para la masonería; de ahí que los masones son hombres de Fe, sin cuestionamientos a la existencia, omnipotencia, omnipresencia, sabiduría y grandeza del creador del mundo.
El libro sagrado, La Biblia, del griego «Biblos» que significa libro, constituye un conjunto de libros del Antiguo y Nuevo Testamento, «Las Sagradas Escrituras», la palabra del Altísimo, representación de la Ley Divina, escrita desde hace unos 300 años a.C., por entes humanos iluminados de sabiduría.
Los del Antiguo Testamento en el idioma hebreo y del Nuevo Testamento en griego pero, traducidos a más de 230 idiomas y dialectos. Es obra llevada a cabo en Alejandría por instrucciones del sabio Ptolomeo Filadelfo. Alejandría fue fundada por Alejandro Magno en el 332 a. C.; fue la capital de Egipto y hoy su principal Puerto.
Tanto la Biblia como la Masonería, han recibido crueles ataques, pero ambas han derramado permanente sabiduría para iluminar a quienes se encuentran en tinieblas de ignorancia y, llevarlos a la verdadera luz.
En todas las logias del Oriente Universal, La Biblia es colocada en el Altar de los Votos o Ara Sagrada, abierta en el Salmo correspondiente al grado simbólico (Aprendiz, Compañero y/o Maestro). En el grado de Aprendiz, donde mayormente labora cada logia, es abierta en el Salmo 133, inspiración divina del Rey de Israel, David.
Previo a referirnos a dicho Salmo, tenemos que: El Monte de Hermón está ubicado en Siria; es el más alto y frio, cubierto de hielo y nieve todo el año; también están los pequeños Monte de Sión y el de Senir. En el Verano, el gran Monte de Hermón se deshiela y entonces agua y nieve bajan por los dos montes pequeños.
Sucedió que el Rey David observaba esto anualmente, entonces se imaginaba las barbas de un anciano, blancas, largas y, el agua que bajaba por las mismas.
Esos torrentes de agua (Riachuelos), formaban una neblina densa que, convertida en rocío se expandía por montes y valles y, de ahí tierras fértiles y productivas de alimentos, lo que «garantizaba que el peligro del hambre por una mala cosecha era remoto» y, eso era visto como un regalo de la divinidad.
Cántico gradual de David.

1. ¡Oh cuán buena y cuán dulce cosa es el vivir los hermanos en mutua unión!
2. Es como el oloroso perfume, que derramando en la cabeza, va destilando por la respetable barba de Aarón, y desciende hasta la orla de su vestidura;
3. Como el rocío que cae sobre el monte Hermón, como el que desciende sobre el monte Sion. Pues allí donde reina la concordia, derrama el Señor sus bendiciones y vida sempiterna.

Tehilim / Salmos 133:1-3
Se tiene una interpretación cabalística y mística que incluye todos los aspectos derivados de profundizar en este mizmor (salmo): “Canto de ascenso gradual, de David.” Como este mizmor (salmo) comienza con la introducción shir hamaalot (cántico de ascenso gradual), para hacer una buena interpretación es necesario que analicemos la frase dentro de su contexto, prestando atención a los mizmorim (salmos) adyacentes.
“¡He aquí, cuán bueno y cuán agradable (delicioso) es que los hermanos habiten juntos en armonía!”

¿Quiénes son “los hermanos”?
Aarón y sus hermanos, Moshé y Miriam, porque coincide con el texto manifiesto del siguiente versículo.
¿Qué es bueno y agradable? La armoniosa unidad de los hermanos. En la simbología mística, ¿qué representan cada uno de ellos? Moshé (Moisés) = Representa el Intelecto; Aarón y Miriam = Representan las Emociones.
¿Qué podemos aprender entonces? Que mantener al intelecto y la emoción divorciados no es ni bueno ni agradable. Que si uno de estos parámetros predomina hasta dejar inoperante al otro, tampoco es una unidad armoniosa.
Y ello es “como el buen óleo”, o sea, que la unidad armoniosa es como el buen óleo o aceite de las olivas, que se consigue triturando las aceitunas, lo cual significa que se manifiesta tras estrujar los límites de la materialidad, y que solo surge a través del esfuerzo y la dedicación.
¿Para qué se usaba este “buen óleo o aceite”, o mishjat kodesh (aceite de unción)? Para dos actividades: 1) Para hacer resplandecer la Menorah, y 2) Para ungir a sacerdotes y reyes.
¿Cuál es el vínculo entre ambas? Sabemos que la actividad principal del Mikdrash no era otra que hacer ascender las luces de la Menorá. El resto de las funciones eran secundarias, aunque importantes. La centralidad de la Menorá se debe a que su luz ardiente manifestaba la Presencia de Dios (Shekiná), y su especial vínculo con la Bet habejirá (la morada elegida por Dios), y con el Am segulá (el pueblo escogido). Por lo tanto, la unción de reyes y sacerdotes representaba la presencia del Eterno en sus funciones, pues los líderes políticos y religiosos debían tener como centro el servicio a Dios y no metas egoístas particulares o de grupo.
¿Qué aprendemos de esto? Que la unión de Intelecto con la Emoción en forma armoniosa y provechosa debe estar dirigida a servir al Eterno y no a la consecución de la ostentación y las vanidades mundanas. Y que, en caso contrario, o sea, si no lo hacemos de esa manera, atentamos contra la dignidad que se espera de nosotros, habiendo sido ungidos con el poder “sobre la cabeza”. No obstante, aunque esa unión sea armoniosa, ésta ocurre en la cabeza, que es el asiento de la razón, la que debe conducir los pasos de cada persona, y no la emoción, para que su conducta sea lógica, racional, con discernimiento y cordura. Pero manteniéndose en todo momento en armonía, sin preeminencias de una sobre otra que terminen por extinguir a uno de los aspectos, desequilibrando así el sistema. La expresión que le sigue, “El cual desciende sobre la barba”, reitera el concepto de “la cabeza”, pues desciende primero de la cabeza hacia la barba.

¿Por qué “hacia la barba”? Porque la barba representa la dignidad, el contacto y comunicación respetuosa y digna con los semejantes. Un anciano con barba es frecuentemente visto como una persona sabia, líder de su hogar o de su grupo, ya sea en lo espiritual, lo familiar, o lo político, o en todos ellos. Tenemos entonces que el óleo o aceite (que indica la espiritualidad) se derrama sobre la mente e influye en el pensamiento, y éste desciende directamente hacia las emociones, se expresa, y se manifiesta sobre el prójimo y el entorno. Espiritualidad sin acción concreta en la realidad, es algo vacío, inexistente, nulo. Acción sin espiritualidad, es egoísmo y vanidad. El Pensamiento solo por sí mismo, es una cáscara. El Pensamiento sin la Emoción (así como viceversa, las Emociones sin el control del Pensamiento), son desequilibrio y lo vemos en los resultados que traen.
¿Y por qué se indica que es “la barba de Aarón”? Se indica que es “la barba de Aarón” para que comprendamos que es un “anciano sabio, alto sacerdote”, o sea, que se trata de una persona que ha alcanzado la sabiduría gracias a una mente clara y emociones en equilibrio. Pero también para recalcar claramente que todo lo que Aarón hacía, tanto en su servicio especial al Eterno como Sumo Sacerdote, como guiando a su pueblo, lo hacía por amor y no por intereses ulteriores, ni por ansias de poder o vanidad. Y solo de esa forma el óleo de la Santa Unción que proviene de lo Alto puede “bajar hasta el borde de sus vestiduras”, o sea, que las ropas del sabio Aarón reciben el aceite de la unción.

Recordemos el origen de la vestimenta. Fue un regalo de Dios para que la humanidad (Adam y Eva) cubrieran su vergüenza y no se sintieran mal frente al Eterno, pues el sentimiento o reconocimiento de la propia nulidad es perjudicial, lleva a la idolatría y a la muerte, en tanto que el reconocimiento o sentimiento de la sencillez y la humildad conducen a la grandeza. Así estaban Adam y Eva, avergonzados de su error e incapaces de huir de sí mismos, ni de Dios. Con las cosas de esa manera, ellos no hubieran podido seguir viviendo si Dios no les hubiese ofrecido cobertura para su confusión creada por su transgresión de la Ley, que fue la causa que creó una consecuencia (o lo que los cristianos llaman “el pecado original”).

Nosotros somos nada en comparación con el Creador, pero somos inmensos en comparación con nosotros mismos a medida que vamos puliendo las esquinas toscas o burdas de nuestra naturaleza inferior, y nos afanamos en ir puliendo, refinando y perfeccionando el aspecto espiritual que nos acerca a Dios. Sin embargo, las vestiduras del sacerdote Aaron eran enteramente distintas. Estas eran ungidas para tener y dar “gloria y esplendor” (Shemot / Éxodo 28:2), o sea, era un tipo distinto de ropajes, que no sólo eran para cubrir la vergüenza ni permitir la vida, sino que favorecían el florecimiento de lo mejor de quien las vestía y de quienes lo contemplaban. Eran las vestiduras que revelan la presencia de la Luz y la pureza interior de quien la lleva y la reparte dondequiera que va.

Cuando el mizmor (salmo) que estudiamos nos dice que el aceite o el óleo llegaba hasta el borde de las ropas o vestiduras de Aarón, podemos comprender que cuando la persona se reviste de la verdadera espiritualidad, y vive con ella como un principio, guía con ella todos sus actos de una forma amorosa y razonable, por lo cual siempre hallará a su paso cosas que son buenas y agradables.

Pero, atención: Este Salmo también indica que el aceite llega “hasta el borde” de esas vestiduras espirituales, indicándonos claramente que hay un límite dentro de nuestro “libre albedrío”, que es en realidad bastante limitado, porque no se mueve ni una sola hoja de un árbol que no esté bajo “el ojo que todo lo ve”. Si utilizamos nuestro libre albedrío para lo espiritual y positivo, el aceite de la unción descenderá y fluirá sobre nosotros, pero si lo usamos para cosas mundanas, incorrectas o equívocas, tropezaremos con “el límite de la vestidura”, o sea, el límite de la cobertura que nos da el estar cerca de la Luz. Por lo tanto, no habrá don, virtud, ni merced divina alguna si la acción que realizamos tiene fines egoístas, vanidosos o mundanos, porque solo recogemos dones, gracias y virtudes cuando nos acercamos al Creador a través de nuestros pensamientos, palabras y acciones, o cuando nos esforzamos en ayudar a otros hermanos a acercarse al Supremo.
Y como tenemos libre albedrío, corremos siempre el riesgo de que aunque tengamos la mejor de las intenciones en lo que hacemos o en lo que nos proponemos, también es siempre factible que nos equivoquemos o que no actuemos a la altura de lo que realmente conviene o de nuestra potencialidad, y ello recortará el fluir de ese aceite de la unción, que no es otra cosa que el flujo de la gracia espiritual. Sin embargo, cuando nos esforzamos de corazón por ese mejoramiento personal para avanzar por el Sendero, seguiremos recibiendo los dones de la unción y no caeremos ante los tropiezos que la vida nos plantee, que siempre son transitorios y temporales todos.
El Salmo continúa diciendo: “Es como el rocío del Jermón (Hermón) que desciende sobre los montes de Tzión (Sión)”:
Jermón es jomer (materia), y es de un lugar alto, frío y monumental. En tanto que Tzión (Sión) además de Ierushalaim (Jerusalén), y más precisamente el Kodesh hakodashim (Sancto Sanctorum) es el centro hacia donde tienden todas las líneas que existen, aunque parezca estar más bajo o ser menos llamativo. Observemos a Jerusalén hoy día, donde convergen las tres grandes religiones del mundo: Judaica, Católica e Islámica.
Así, tenemos dos representaciones contrarias, pero no contradictorias, de una misma imagen:

1. El rocío es material, pero intangible y está al servicio ajeno. Pero el rocío de Jermón específicamente, está al servicio de Tzión. Por lo que podemos deducir que lo derivado de la materialidad debe ponerse al servicio de la espiritualidad.
2. Así como el rocío baja desde la altura, el óleo o aceite desciende también de lo alto. Esto nos indica que las miras personales deben ser puestas en los más elevados principios, no en la avaricia ni en la mezquindad mundana, debido a que “allá Jehová envía bendición y vida eterna”.
Siguiendo el sendero de la espiritualidad y teniendo lo más elevado y trascendente como faro y guía nuestro, y estando además dirigidos por un claro intelecto que no está divorciado de las emociones (que son las que nos dan el impulso necesario para tomar acción), es que nosotros podemos actuar con discernimiento y armonía interna, y por eso se nos asegura que con ello estaremos en la senda en la cual encontraremos “bendición y vida eterna”.
El hecho de que Aarón, el primer Sumo Sacerdote de Dios, llevara su larga barba como señal de honor y respeto, era una clara indicación de que los caminos de los judíos para acercarse a Dios divergen de los utilizados por otros pueblos, algunos de las cuales tienen tendencias idólatras, razón por la cual los hebreos ni siquiera en su aspecto físico tienen parecido con los paganos, y mucho menos en las cosas de fondo.
Por su parte, la tradición esotérica de Israel nos instruye diciéndonos que la barba es sinónimo en el varón de “belleza y gracia”, tal como la cabellera lo es en la mujer. Y añade que los cabellos pueden funcionar como una antena para recibir conocimiento de lo Supremo. Es decir, aquel que mantiene una conducta acorde con la Torá (Ley hebrea) y las mitzvot (los preceptos), y que guarda su cabellera facial de acuerdo a la halajá (la normativa judía), tiene a su disposición un canal de receptividad excepcional.
Claro que no siempre ese canal está desobstruido, es empleado de un modo provechoso, o el resto del sistema está dispuesto a aprovechar la energía recibida, pero la opción existe para los judíos, y está ahí presente para quienes deseen aceptarla. Dicho esto, releamos con nuevos ojos el Tehilim / Salmo 133:2.
Por último, el Midrash (Vaikrá Rabbá 3:6) explica la repetición de la voz “barba”. Dios había dispuesto que Moshé (Moisés) fuera su Sumo Sacerdote, pero finalmente (por el libre albedrío) fue Aarón el consagrado para tal misión. Se podría pensar que Moshé luego sintiera culpa, rabia, angustia, o rechazo por su hermano, debido a la enorme responsabilidad y honor que Dios le había conferido.
Pero, cuando se reitera la voz “barba” se está indicando que el gozo de Aarón fue compartido por Moshé, y se nos señala que él sintió la unción de Aarón como propia, es decir, sin celos, ni envidia, ni ánimo de venganza. Y la unción de Aarón fue entonces compartida sanamente con su hermano.
Por eso el Salmo 133 comienza con la unidad fraterna: “¡He aquí cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!” (Tehilim / Salmos 133:1).
Y eso es precisamente lo que nosotros aquí hacemos: habitar todos los hermanos juntos en armonía y compartir sanamente, para poder crear sostenidos por la Luz y bajo la gracia de la unción de ese óleo como santa unción bajando «hasta el borde de nuestras vestiduras» materiales.

Una luz en la oscuridad

M.M.’.

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